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A la vista de las dramáticas cifras de morbimortalidad que ha generado y sigue generando la pandemia ocasionada por el SARS-CoV-2, no sería de extrañar que toda la población quisiera vacunarse frente al mismo en caso de que estuviera disponible una vacuna efectiva y segura. Lamentablemente, este no parece ser el escenario pronosticado a la vista de los resultados de algunas encuestas llevadas a cabo en la ciudad de Nueva York en el momento álgido pandémico, de las que se hace eco un artículo de opinión de la periodista Katrina Megget en The British Medical Journal. Lo sorprendente de las tres encuestas realizadas hasta la fecha, es que el número de los que rechazarían la vacunación permanece prácticamente inalterable, entre el 12% y el 19%. Los autores atribuyen esta alta negatividad a un movimiento pequeño que se opone a las vacunaciones, pero que es increíblemente audible.
Ya la Organización Mundial de la Salud en 2019, a la vista de los brotes de sarampión a escala mundial en ese año y precedentes, consideró la reticencia vacunal como una de las diez amenazas para la salud global. En un mundo COVID-19, el miedo y la confusión no han hecho más que exacerbar la situación, debido en gran parte a la amplia circulación de desinformación y de teorías conspirativas: que Bill Gates utiliza las vacunas en desarrollo para incluir un microchip en la población o que uno de los primeros voluntarios inoculados con la vacuna del Oxford Vaccine Group falleció a causa de complicaciones derivadas de la vacuna, son solo algunas de las falsedades más difundidas estos últimos días.
A pesar de ser relativamente pequeño, el movimiento antivacunas utiliza activamente los medios sociales para amplificar sus mensajes dirigiéndolos a personas a las que las vacunas les generan cierta inseguridad, particularmente a los grupos de padres. De hecho, un estudio que incluyó más de 500 anuncios de Facebook entre diciembre 2018 y febrero de 2019, encontró 145 que expresaban un sentimiento antivacunación, alcanzando una audiencia estimada de entre 5.000 y 50.000 personas. Aunque Facebook ya rechaza y ha eliminado los posts de peligrosa desinformación acerca de la COVID-19 y de su potencial vacuna, la OMS por boca de la Directora del Departamento de Vacunación, Katherine O´Brien, percibe un sentimiento antivacuna COVID-19 en las redes sociales: “todavía no disponemos de una vacuna y ya se oyen voces contrarias”.
Echar leña al fuego
El profesor de salud pública en la Harvard TH Chan School of Public Health, Barry Bloom, ha comentado que la COVID-19 se extinguirá antes que los movimientos antivacunas. Antes que achantarse, la pandemia los ha vigorizado. Lo ejemplifica con los cientos de personas que en Wisconsin (Estados Unidos) se manifestaban días atrás en contra del confinamiento portando pancartas contrarias a la vacunación y de la cobertura que algunas televisiones –Fox News– están prestando al movimiento.
Desde que comenzara la pandemia ha habido una afluencia de visiones extremistas provenientes, especialmente, de los que sospechan que existe un control gubernamental sobre todo lo demás. Con la reticencia en su punto más álgido, junto a la mala situación económica, el escepticismo a las medidas del gobierno y la irritación por el confinamiento, aparecen las oportunidades para que los antivacunas se dirijan a los más influenciables y vulnerables.
Un punto muy sensible es el de la rapidez en disponer de una vacuna pandémica: la comunidad antivacunas se agarrará a cualquier cosa que no haya ido bien y la utilizarán para generar temores. A ese respecto, Heidi Larson, directora del Vaccine Confidence Project de la London School of Higyene and Tropical Medicine ha dicho que una de las preocupaciones más importantes es que las nuevas vacunas frente al SARS-CoV-2 se desarrollen muy deprisa y que no sean lo suficientemente seguras. Las prisas se utilizarán como argumentos y evidencias de una pérdida de derechos civiles. El movimiento antivacunas no dudará en apuntar a la corrupción política y a las grandes firmas farmacéuticas si, en el caso de disponer de una vacuna, fueran los adinerados los primeros en recibirla.
Oportunidades
A pesar de lo anterior, algunos apuntan a una mayor simpatía y acercamiento de algunos grupos hacia la salud pública y a un mayor apoyo a sus esfuerzos. Informes aparecidos en los medios anglosajones citan a antivacunas que han expresado su indecisión respecto a sus creencias mostrándose más inclinados a ser vacunados. Como reflejo de lo anteriormente expuesto, una encuesta continuada sobre el coronavirus ha mostrado que a mediados de marzo el 7% de los británicos no se vacunaría si existiese una vacuna frente a la COVID-19, para descender a un 5% a principios de abril.
La pandemia puede representar por lo tanto, una oportunidad para reforzar el apoyo a los programas de vacunación. La población está comprobando el impacto que tienen las graves enfermedades en la disrupción social, en las relaciones, en los trabajos y en sus vidas: “la pandemia es un recordatorio del éxito de las vacunas”.
Para aprovechar la oportunidad que brinda la pandemia, el diálogo debe comenzar ahora mismo; no se puede esperar un año y medio hasta disponer de una vacuna. Barry Bloom apuesta por una amplia campaña de promoción liderada por respetadas personas, junto al cribado de las redes sociales para eliminar la desinformación. La pandemia va a mostrar nuestra vulnerabilidad cuando toque hablar de vacunas y de reticencias vacunales. Esto va de proteger a la comunidad y no podemos arruinar esta oportunidad.
Traducido y adaptado por José A. Navarro-Alonso M.D.
Pediatra. Comité Editorial A.E.V.
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