Bill Gates en su “gatesnotes” expone su visión acerca de lo que tenemos que conocer de las variantes del virus SARS-CoV-2, que surge al haber mostrado los expertos su preocupación acerca del impacto que pueden tener las variantes en la finalización de la pandemia. Estas variantes pueden amenazar el progreso conseguido en el último año y es por ello que aborda cinco puntos que deberíamos tener en cuenta para comprender cómo esas variantes podrían complicar el devenir de la pandemia.
Si alguna vez te has vacunado frente a la gripe, ya te has enfrentado con una variante del virus.
Los virus están en constante evolución y a menos que trabajes con enfermedades infecciosas, la idea de una variante pudiera parecer nueva y amenazante. La capacidad del virus de la gripe para mutar es lo que hace que tengamos que vacunarnos cada año, por lo que resulta necesario actualizar anualmente la vacuna para adecuarla a las nuevas cepas del virus gripal.
Para comprender cómo cambia el virus de la COVID-19, hay que entender cómo se disemina por el organismo. El coronavirus solo tiene un objetivo: replicarse. Cada vez que invade nuestras células, las engaña para que sigan sus instrucciones y éstas están incluidas en su ARN para que puedan generarse más y más copias del virus. Sin embargo, este código consta de unas 30.000 letras de largo, lo que implica que surjan multitud de oportunidades para que aparezcan fallos en la producción de esos nuevos virus. La mayoría de esos errores dan lugar a la aparición de uno funcionalmente idéntico u otro que no se pueda replicar, pero de vez en cuando uno de esos cambios puede hacer que el virus pueda infectar más fácilmente al humano o hacer que evada a su sistema inmune. Cuando el cambio se expande por la población, emerge una nueva variante.
Estamos viendo las mismas mutaciones una y otra vez. Pueden ser buenas noticias.
Todos los virus evolucionan, pero no lo hacen a la misma velocidad ni de la misma forma. Algunos, como el de la gripe, cambian con rapidez, mientras que otros mutan despacio. Afortunadamente para nosotros, el SARS-CoV-2 es de estos últimos, ya que muta la mitad de rápido que el de la gripe, pero al haber tanto virus pandémico circulando por el mundo hay más probabilidades de que surjan estos cambios. Una vez que vaya descendiendo el número de casos, es posible que aparezcan variantes a una menor frecuencia.
Hasta ahora, las mutaciones más notables del SARS-CoV-2 han afectado a la proteína S de la superficie del virus, que es la clave para su diseminación al permitir que penetre en las células. Si cambia solo un poco, puede adherirse más fácilmente a las células, lo que puede llevar a que el virus sea más transmisible o a que al sistema inmune le sea más difícil reconocerlo.
La limitada capacidad de cambiar puede explicar por qué las mismas mutaciones aparecen en varias partes del mundo en lugar de que aparezcan muchas más variaciones distintas. Tanto la B.1.1.7 como la B.1.351 han evolucionado independientemente, aunque comparten algunas mutaciones.
El virus cambia, pero no cambia la estrategia para acabar con la pandemia
En el último año los expertos en salud pública han estado repitiendo el mismo mensaje: tenemos que contener a la COVID-19 lo mejor que podamos hasta que dispongamos de una vacuna y esté disponible para todos.
La buena noticia es que muchas de las vacunas actualmente en uso parecen proteger frente a la enfermedad grave, incluso en el caso de las nuevas variantes. La gran pregunta es si necesitamos actualizarlas para dirigirlas frente a las nuevas variantes y si precisaremos de dosis adicionales. Hasta ahora, la clave es continuar con las mejores prácticas y la mejor manera de evitar que aparezcan nuevas variantes es interrumpiendo, entre todos, la transmisión del virus y manteniendo las conocidas medidas de contención. Si además nos vacunamos, acabaremos mucho antes con la pandemia.
La aparición de las variantes hace que las vacunas estén disponibles para todo el mundo
La COVID-19 es una amenaza en cualquier lugar y para todo el mundo. Esto es así para el virus original y para sus variantes. Cuantos más casos de COVID-19 haya en el mundo, de más oportunidades gozará el virus para evolucionar y desarrollar nuevos mecanismos de protección frente a las defensas de los huéspedes. Si no llevamos las vacunas a cada rincón del planeta, tendremos que convivir con la posibilidad de que aparezca una cepa vírica mucho peor e incluso resistente a las vacunas. Como nadie quiere que eso ocurra, la mejor manera de evitarlo es vacunando a todo el mundo y es por eso por lo que la Fundación Bill y Melinda Gates trabaja junto a gobiernos, fabricantes, CEPI, Gavi y otros para llevar vacunas a países de baja renta mediante la iniciativa COVAX. Aunque les entregará 300 millones de dosis para mediados de este año, hacen falta muchísimas más vacunas.
La próxima vez lo haremos mejor
La aparición de las variantes es inevitable. Si nos volvemos a encontrar en un escenario pandémico esperamos que la diferencia resida en que estemos mejor preparados para detener antes la aparición de las variantes. La clave será la secuenciación génica de todas o de la mayoría de los aislamientos junto a una mejor vigilancia epidemiológica. Los expertos son de la opinión que hace falta secuenciar al menos el 5% de todas las cepas para poder tener una imagen precisa de la mutación de un patógeno, de su capacidad de transmisión y de su letalidad.
No cabe duda de que las variantes complican nuestros esfuerzos para acabar con la pandemia. Incluso aunque ya hayamos pasado lo peor, tendremos que mantenernos vigilantes. Afortunadamente, sabemos lo que necesitamos y, por ahora, lo mejor que podemos hacer para protegernos es seguir las recomendaciones de salud pública y vacunarnos en cuanto se proponga la vacunación del grupo al que pertenezcamos.
Traducido y adaptado por José A. Navarro-Alonso M.D.
Pediatra. Comité Editorial A.E.V.