En febrero del año pasado, la revista médica The Lancet se retractaba de uno de los ensayos clínicos que más negativamente ha impactado en la salud pública. Se trataba de un trabajo publicado en 1998, que vinculaba la administración de la vacuna triple vírica (MMR), que protege del sarampión, las paperas y la rubeola, con un nuevo síndrome combinación de síntomas gastrointestinales y autismo. El trabajo fue ampliamente publicitado por su autor principal, el gastroenterólogo británico Andrew Wakefield, y miles de niños en todo el mundo dejaron de recibir la vacuna. A pesar de que la revista rechazó públicamente el trabajo, el movimiento antivacunación sigue sosteniendo la relación entre el autismo y las vacunas, y las consecuencias se han sufrido incluso en España, como demuestra el brote de sarampión que se registró recientemente en un colegio de Granada, en el que varios padres se negaron a vacunar a sus hijos.
La revista British Medical Journal (BMJ) publica una serie de reportajes que demuestran que Wakefield no sólo manipuló los datos de los niños para que saliera la conclusión que buscaba. El médico, además, confundió a los padres de los participantes en su estudio y falseó los datos que estos le ofrecieron. Esto se ha podido comprobar con la comparación del historial clínico de los niños con los datos publicados en la revista, que quedó de manifiesto en la investigación del Colegio General Médico Británico (GMC), a cuya transcripción ha tenido acceso el BMJ.
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