En la línea de las recientes prepublicaciones que sugieren una ligazón entre la vacuna Calmette-Guerin (BCG) y la posible adquisición de una inmunidad inespecífica frente al COVID-19, investigadores de la Universidad de Cambridge y de la de Luton & Dunstable, también en una “prepublicación aun no revisada por pares”, aventuran la hipótesis de que la vacuna triple vírica no evitaría la infección, pero sí podría mejorar el desenlace clínico de la infección por SARS-CoV-2 en los ancianos. Apoyan su hipótesis en tres líneas de evidencia: a) la homología de dominios proteicos entre el virus pandémico (coronavirus) y los virus vacunales de sarampión y parotiditis (paramixovirus) y rubeola, b) la inmunidad debida a la vacuna triple vírica y el riesgo de mortalidad por el SARS-CoV-2. Para ello analizaron los datos de introducción de la vacuna, las coberturas y la mortalidad por COVID-19 de Italia, España y Alemania desglosadas por edades, y c) el análisis de los títulos de anticuerpos IgG e IgM antirrubeola en pacientes de COVID-19. Comprobaron como los pacientes con cuadros clínicos más graves tenían unos niveles aumentados de IgG antirrubeola, no los IgM, en comparación con aquellos cuya clínica era menos grave, lo que sería consistente con la hipótesis de que los pacientes están respondiendo específicamente al SARS-CoV-2 al identificar éste la homología aminoácida con el virus vacunal rubeólico.
Reconociendo las múltiples limitaciones del estudio ecológico, los autores apuntan a que los datos preliminares podrían apoyar la hipótesis de que la vacuna de rubeola proporcionaría protección frente a una clínica grave. No obstante, advierten de que sería necesario un estudio que utilice datos individuales que permitan comparar el estado inmune frente a los tres virus y la población afectada, así como conocer ese status y la gravedad de la enfermedad en los jóvenes infectados.