A la vista de la rapidez con la que se están desarrollando las vacunas frente a la COVID-19 y a las previsiones del Departamento de Salud de los Estados Unidos para disponer de una vacuna para enero 2021, surgen preguntas sobre los voluntarios en los que se están ensayando los distintos prototipos, y más concretamente, si participan personas negras y latinas.
Por una parte, y en relación a los casos de COVID-19, las comunidades de esas etnias están desproporcionadamente representadas, de manera que según la epidemiología demográfica de la infección en los Estados Unidos, esas dos etnias deberían contribuir con hasta el 40% de los participantes a escala nacional. El fundamento residiría en la disparidad de los resultados de seguridad y efectividad que pudieran existir en función de la raza y/o etnia, bien por motivos socioeconómicos, medioambientales o genéticos. El problema en el reclutamiento residiría en vencer la desconfianza del colectivo de color en la investigación clínica y en vencer las reticencias de los latinos -algunos irregulares- a contactar con las instituciones sanitarias.
La Dra. Kathryn Stephenson, médico del Beth Israel Deaconess Medical Center in Boston y directora de ensayos clínicos del Center for Virology and Vaccine Research de los Estados Unidos apunta cuatro maneras de conseguir su participación:
– Reconocer el problema y la importancia de la representación de negros y latinos.
– Proporcionar los fondos económicos oportunos para traducir los formularios de consentimiento, pagar el transporte y las dietas y dar publicidad a los ensayos clínicos, entre otros.
– Abordar la desconfianza mediante la implicación precoz de la comunidad.
– Compensar la confianza en la comunidad médica mediante un reparto justo y equitativo de la vacuna.