La ‘soberanía vacunal’ y las cinco vacunas seleccionadas en el Proyecto Warp Speed

10/06/2020

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La “soberanía vacunal” y el resto de naciones

La soberanía es el poder de decidir quién vivirá y quien no, y tanto el presidente de los Estados Unidos como el primer ministro del Reino Unido vienen invocando con frecuencia creciente a la soberanía en sus discursos sobre economía y política exterior.

Según el autor de un comentario publicado en Stat, Kayum Ahmed, estas invocaciones al poder de la soberanía reflejan una forma de la excepcionalidad de los americanos y británicos de la que se ha hecho eco la Universidad de Oxford a la vista del acuerdo de exclusividad firmado con la farmacéutica AstraZeneca al objeto de fabricar una vacuna potencial frente a COVID-19 desarrollada por aquella universidad. Dicho acuerdo prioriza el acceso a la vacuna de los ciudadanos de ambos países tras las sustanciosas inversiones realizadas por los dos gobiernos, y mientras que han surgido preguntas sobre porqué dos de los países más ricos deben recibir prioritariamente la vacuna, se ha prestado poca atención al papel de la universidad en reforzar esa “soberanía vacunal”. Esa forma de soberanía simboliza que la vacuna es un instrumento de poder desarrollado para ejercer un control sobre la vida y la muerte.

La Universidad de Oxford figura en el número uno del ranking mundial y su comportamiento y acciones invariablemente modularán la investigación en vacunas y, por su parte, podrá argüir que en última instancia es una institución británica y que por tanto es comprensible que sea el Reino Unido el primero que se beneficie de sus investigaciones. Pero la extensión del acuerdo a los Estados Unidos sugiere que más que el interés nacional, ha sido el mejor postor lo que ha determinado el acceso a la vacuna.

De la colaboración de la universidad con las farmacéuticas surge también la cuestión relativa al potencial precio de una vacuna que se ha desarrollado con fondos públicos. AstraZeneca ha expresado su compromiso de distribuir la vacuna al coste mientras dure la fase pandémica, aunque no ha dado detalles sobre cuánto durará o sobre cuál sería el coste real. Mientras que se puede pensar que actúa altruísticamente, el precio de sus acciones ha aumentado a cifras récord tras el anuncio de su acuerdo con Oxford: los beneficios ya han comenzado a aparecer.

De ahí que el grito “people´s vaccine” firmado por varios líderes mundiales sirve como una forma de contrapoder a la “soberanía vacunal”, encabezada en este caso por el acuerdo Oxford y AstraZeneca. Una vacuna para toda la población lo que busca es asegurar que se comparte a escala mundial el conocimiento sobre la COVID-19, establecer una fabricación rápida y equitativa, y distribuir los tests, las pruebas diagnósticas, los tratamientos y las vacunas a todos los países, financiados por las naciones más ricas de la tierra.

En un momento en el que la universidad -como epicentro de la producción del conocimiento- debería estar jugado el papel de líder en la idea de una vacuna para toda la población, la de Oxford, por el contrario, está contribuyendo a una cultura de “soberanía vacunal” en la que los países ricos dictan quien vivirá y quien no.

Las vacunas seleccionadas en el programa Warp Speed

Según The New York Times, con fecha tres de junio la Administración Trump ha seleccionado cinco compañías como las candidatas a producir una vacuna frente al coronavirus, paso crítico para que a finales de año se pueda vacunar a los estadounidenses.

Según el asesor presidencial, el Dr. Fauci, el anuncio de la decisión se hará público en las próximas semanas. Las cinco seleccionadas son Moderna, la de la Universidad de Oxford y AstraZeneca, Johnson and Johnson, Merck y Pfizer. Curiosamente, no figura en esa lista la vacuna de Novavax, que ha recibido una inyección económica de sesenta millones de dólares por parte del Departamento de Defensa para que proporcione diez millones de dosis para fin de 2020 y 388 millones del CEPI.

Moderna, Johnson and Johnson y Oxford-AstraZeneca ya han recibido 2.200 millones de dólares en fondos federales como apoyo al desarrollo de sus vacunas y al haber sido seleccionadas, junto a las otras dos farmacéuticas, les va a facilitar el acceso a fondos adicionales. Esta financiación les permitirá, entre otras, mantener el soporte logístico para la construcción de plantas aun sin conocer si la/s vacuna/s será/n exitosa/s.

Las vacunas de Moderna y la de Oxford-AstraZeneca ya se encuentran en la fase II de ensayos clínicos y todo está previsto para que inicien la fase III para el próximo mes. La más retrasada es la de Johnson and Johnson que comenzará la fase I en septiembre. Los planes de la Administración Trump pasan por vacunar en fase III, con cada una de las candidatas, a 30.000 voluntarios para al final haberlas ensayado en 150.000 personas.

A pesar de los prometedores resultados iniciales y del interés de la Administración, todavía quedan importantes obstáculos. De hecho, varios científicos consideran que son muy optimistas, sino irreales, las previsiones para disponer de una vacuna antes de que finalice el año. No obstante, el Dr. Faucy, que se mostró muy cauto en semanas anteriores, ahora parece más optimista. Su principal preocupación, ahora, es conocer cuánto durará la protección de la vacuna.

Hasta la fecha no se han hecho públicos los contratos firmados entre las partes aunque según fuentes de la Cámara de Representantes, incluyen aspectos relacionados con la propiedad intelectual, el número de dosis de vacuna a producir y su precio. Todos estos fondos a la industria proceden del paquete de tres billones de dólares que se consignaron para paliar los daños causados por el coronavirus.

 

Traducido y adaptado por José A. Navarro-Alonso M.D.

Pediatra. Comité Editorial A.E.V.

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